CUENTO DEL PECADO
Jamás robarás
Tenía hambre, o quizás aburrimiento. No se. Solo se que tener que esperar era una de las peores cosas que me podían hacer en mi corta vida. Y en ese momento, estaba sufriendo. Estábamos en el supermercado con mi mama y mi abuela, con el único acompañamiento de una larga fila de changos que nos esperaban a lo largo del lugar, marcando pausadamente el tiempo que estaríamos allí dentro.
Mi madre charlaba animadamente con su madre, mientras yo miraba las islas de todos los dulces a mi alcance y disposición. Sabia que seria absurdo de mi parte preguntarle a mi mama si podia comprarme unos, porque su usual respuesta ya me la sabía de memoria, y no me convendría. Así que opte por la decisión que jamás me había animado a hacer, que en más de una ocasión se me había cruzado por la cabeza, pero que nunca había tenido el coraje suficiente como para llevar a cabo.
Fue rápido, y calculado. No tarde mucho, porque sabía que no debía. Mire desde mi altura a todos los adultos que me rodeaban, y me fije si sus ojos me atraparían. Cuando confirme que no estaba en riesgo, lo hice.
Con mucho miedo y nervios, nos dirigimos hacia la caja, y solo hasta luego de salir del supermercado mi intranquilidad no cesaba.
Una vez en el auto, orgullosa de mi misma, decidí mostrarle mi logro a mis referentes, las cuales en vez de aplaudirme como esperaba, se indignaron y me retaron. No entendí porque, si tan solo eran unos simples chicles.
Pero su indignación me llamó la atención, tanto que hasta me hicieron dudar de mi misma. Mi madre, furiosa, arranco el auto y a medida que avanzabamos, pasando distintos autos, fue mi abuela quien se percató de la presencia de un policía. A lo que casi como si fuese un reflejo, mi madre gritó que me escondiera debajo del asiento, a lo que sin refunfuñar hice caso. Me escondí debajo del asiento, mientras pasábamos al policía.¿En que me había convertido? ¿Porque había decidido hacer la atrocidad que había hecho? Y llore, temerosa por mi futuro y arrepentida de mis lastimosas decisiones. Me prometí nunca jamás de los jamases volver a hacerlo.
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